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Porfirio Díaz, el proletariado y la Revolución mexicana

La importancia del análisis marxista

Sábado 13 de febrero de 2016, por OLEP

Cuando se habla acerca de la Revolución mexicana, algunos dizque marxistas hablan de una “necesaria” revolución burguesa con “contenido social”, otros un poco menos serios hablan de una “revolución interrumpida”, y hasta hay incluso quienes hablan simplemente de una “gran rebelión”. Por su parte, la burguesía intenta convencernos de que la Revolución mexicana fue un desordenado baño de sangre, un conflicto generalizado en el que varios “grupos armados” pelearon por el poder y hasta llegan a decir que “es lo peor que le pudo pasar al país”. Ante dicho escenario, a los marxistas-leninistas nos corresponde plantearnos seriamente la siguiente pregunta: ¿cuál fue la naturaleza de esa revolución?

El año pasado se cumplieron 100 años de la muerte de Porfirio Díaz durante su exilio dorado en Francia y este hecho sirvió para revivir una vieja pero no bien esclarecida discusión sobre su papel en la historia de México. Algunos historiadores oficiales, como Enrique Krauze, de la mano del ala más reaccionaria del priísmo, pidieron públicamente la reivindicación pública de la figura del dictador Díaz y hasta promovieron la repatriación de sus restos. Dichos historiadores y políticos reaccionarios aseguran que la figura del dictador debe reivindicarse, pues durante su mandato se construyó la red ferroviaria más importante y extensa del país, se impulsó el comercio exterior, se negoció la suspensión y el pago reducido de la deuda externa, se “mejoró” la educación, se construyó el Palacio de Bellas Artes, la Casa de Correos y la Rotonda de los Hombres Ilustres, y se fundó la Universidad Nacional.

Porfirio Díaz fue un liberal oaxaqueño, héroe de la guerra contra la invasión francesa, que aspiraba a ser el sucesor de Benito Juárez. Varias veces, por medio de levantamientos militares, Porfirio Díaz intentó hacerse de la presidencia, levantándose contra el gobierno de Benito Juárez, primero, y contra el de Sebastián Lerdo de Tejada, después. Cuando por fin tuvo éxito, en 1880, después de tomar militarmente la Ciudad de México y proclamarse presidente, instauró un régimen dictatorial que lo mantuvo durante más de 30 años en el poder.

Mediante la fuerza militar y policiaca controló las elecciones y la prensa, distribuyó los cargos públicos entre sus generales más fieles, sus compadres y familiares, además de congeniarse con las potencias extranjeras por medio de concesiones y las promesas del pronto pago de las deudas, dándoles rienda suelta para el despojo, la represión y la explotación del pueblo.

Para los auténticos marxistas, la lucha de clases es el motor de la historia, por ello es que más allá de analizar a la “figura” del dictador o la de los héroes de la Revolución mexicana, lo importante es analizar el proceso del desarrollo económico y social del periodo histórico que pretendemos entender. La lucha de clases no es una cuestión de buenos y malos, ni es solamente un problema del “progreso social”, sino que tiene que ver con quiénes son los que detentan el poder (como clase) y quiénes son los propietarios de los medios de producción. En el México del porfiriato fueron los hacendados, en el campo, así como los industriales nacionales y la oligarquía financiera mayoritariamente extranjera (que controlaban la industria minera, los ferrocarriles y todas esas “grandes obras”) los que, de la mano de Porfirio Díaz, detentaron el poder y la propiedad de los medios de producción, mientras que para el pueblo mexicano sólo hubo opresión, represión y muerte. Es decir, el desarrollo y el progreso fueron sólo para unos cuantos, para la mayoría del pueblo sólo hubo “orden” impuesto por medio de las bayonetas.

Fue la clase obrera, por medio de diversas organizaciones, siendo la principal de ellas el Partido Liberal Mexicano (PLM) de los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, la que luchó de forma más consecuente contra la tiranía porfirista y sus socios burgueses nacionales y extranjeros. Huelgas como la de Cananea, Sonora y Río Blanco, Veracruz, además de los levantamientos armados de Acayucan, también en Veracruz, y Viesca y Las Vacas en Coahuila, fueron verdaderas batallas de clase, dirigidas en su mayoría por los anarcosocialistas del PLM; a estos esfuerzos se suman el de la resistencia de los indios yaquis de Sonora y los mayas de la península de Yucatán, entre otros.

Fue hasta que, para decirlo en términos de Marx, las relaciones de propiedad existentes durante el porfiriato se transformaron en ataduras para el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo, que la burguesía nacional se propuso sustituir a Porfirio Díaz y su dictadura por un gobierno que empujara de manera más acelerada el desarrollo capitalista del país. Ése fue el objetivo de la burguesía en la revolución de 1910-1917, la famosa consigna del “Sufragio efectivo, no reelección” sirvió para agrupar a las masas descontentas con el porfirismo en torno a la dirección de la burguesía nacional. Como se vio después de la revolución, el sufragio efectivo es lo que menos importaba en realidad a la burguesía.

Titubeante al principio y con más ganas de pactar con Porfirio Díaz que de derrotarlo, la burguesía nacional se vio obligada a participar y encabezar la revolución que uno de sus representantes, Francisco I. Madero, había convocado ante el fraudulento proceso electoral de 1910. Las fuerzas populares, con la experiencia de las luchas anteriores y con el odio contenido de treinta años de dictadura, se desataron como un torrente que todo lo destruye a su paso. La incipiente clase obrera y la amplia masa de campesinos, que exigían antes que nada el reparto agrario postergado desde la Independencia, fueron quienes dieron vida a la revolución contra la tiranía porfirista.

¿Cómo es que la débil y timorata burguesía mexicana salió fortalecida de esta revolución aparentemente “popular” para luego sentar las bases del Estado mexicano moderno? ¿Cómo fue que la clase obrera, después de encabezar las más grandes batallas de clase del periodo anterior a la revolución, acabó aliándose con Carranza y Obregón contra Villa y Zapata? Estas y otras preguntas las hemos tratado de responder por medio del análisis y la discusión colectiva en actividades como el Seminario sobre el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, como parte de las actividades que como OLEP llevamos a cabo en el cubículo “Julio Antonio Mella”, ubicado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Te invitamos a participar en esta y otras actividades que se realizarán durante todo el semestre en dicho espacio. Discutamos y aprendamos colectivamente para organizarnos permanentemente.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección RECUPERANDO LA HISTORIA del No. 14 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 6 de febrero de 2016.

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