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Represión y lucha social

Lo que todo socialista debe saber sobre la represión

Martes 6 de enero de 2015, por OLEP

Cuando se habla de represión, normalmente se piensa en golpizas de la policía antimotines contra manifestantes o bien, en detenciones arbitrarias masivas. Sin embargo los mecanismos de represión son más variados y tocan casi todos los ámbitos de la vida política. En las siguientes líneas trataremos de hacer una descripción de algunos de los mecanismos de represión política.

Primero, hay que tener claro que es el Estado quien ejerce la represión, aquellos que controlan la estructura de poder político y económico son los que tienen la capacidad de reprimir. Entender esto nos permitirá no sólo identificar al enemigo inmediato, sino también estar preparados ante una inminente escalada de represión. El Estado es, en última instancia, un grupo especial de personas cuya principal tarea es contener y reprimir al movimiento popular, para perpetuar la explotación y la miseria de todos nosotros, quienes somos la base de esta sociedad, la clase trabajadora.

Algunas formas de represión son brutales y se basan en la confrontación directa con las organizaciones populares, entre otras tenemos la provocación, la delación y las agresiones de grupos de choque.

En las delaciones, el Estado aprovecha la debilidad de carácter de miembros del movimiento u organización, busca entre aquellos individuos que no están comprometidos con la lucha y que son fáciles de utilizar. Por ejemplo, en el movimiento estudiantil del 1968 se dio el caso del infame Sócrates Campos Lemus, quien posaba de radical en las asambleas y que señaló a dirigentes estudiantiles para que fueran detenidos por los militares.

El uso de provocadores o grupos de choque en las manifestaciones es una práctica en la que el Estado mexicano tiene mucha experiencia, los provocadores son agentes policíacos vestidos de civil, que intimidan, hostigan y agreden a los miembros de organizaciones o movimientos sociales. De manera general, el objetivo de una provocación es llevar a la organización a un enfrentamiento violento, previamente orquestado, en el que seguramente será derrotada. Tampoco se trata de desgastarse en confrontaciones estériles, debemos ser capaces de distinguir una agresión de una provocación y de entender cuándo y cómo debemos afrontarlo.

Algunos mecanismos de represión política son más “sutiles”, en primer lugar pensemos en la creación y propagación de rumores, por ejemplo cuando un grupo acusa a luchadores sociales de estar asociados con grupos paramilitares, o bien de rumores de tipo personal. La infiltración, consiste en el ingreso dentro de una organización o movimiento de agentes del estado disfrazados de luchadores sociales o bien de ex-luchadores sociales cooptados por el régimen, sus objetivos son diversos. Por ejemplo, tenemos el caso de Rodolfo Hernández, quien se infiltró en el movimiento estudiantil universitario de 1999 y protagonizó una agresión paramilitar contra estudiantes de la UNAM en el 2004.

El espionaje se trata de implementar esquemas de vigilancia contra luchadores sociales o dirigentes políticos, con tal de identificar el comportamiento de miembros clave de una organización, a veces al Estado no le interesa tanto obtener información, sino más bien dejarle claro a los luchadores sociales que están siendo vigilados.

La cooptación es una práctica que el Estado utiliza para fragmentar procesos de organización, coordinación o unidad, se trata de comprar o convencer a dirigentes o militantes que se distinguen por alguna de sus cualidades, como en el caso de excombatientes de grupos insurgentes que hoy se han aliado con el régimen. El objetivo de estas acciones es romper toda posibilidad de unidad interna en las organizaciones, infundiendo desconfianza y desánimo entre los propios compañeros.

Otra forma de represión política tiene que ver con el manejo de los medios de comunicación masivos y con la implementación de campañas mediáticas de “satanización” de los movimientos sociales, sus organizaciones y sus líderes, los medios masivos son armas de control social, le dicen a las personas cómo pensar y cuándo actuar, les infunden miedo o las provocan para que agredan a los que luchan.

¿Qué hacer ante esto? ¿Cómo se resiste contra la represión? Busquemos las respuestas en la realidad, analicemos algunas experiencias de cómo se enfrenta la represión política. El movimiento popular-magisterial en Oaxaca de 2006, enfrentó la represión militar con entereza, conocían la ciudad y supieron defenderla, no permitieron que los militares los asustaran, ni la prisión, ni los asesinatos pudieron romper las asambleas oaxaqueñas; el Estado tuvo que usar armas más sutiles, agentes divisionistas, grupos o corrientes cooptadas por el gobierno estatal y sobre todo los rumores, de esta manera, aunque la represión directa no pudo debilitar a la organización, las formas sutiles fueron más efectivas para el Estado.

En el movimiento estudiantil, la lucha contra la represión siempre ha estado presente en los pliegos petitorios y programas reivindicativos. En diferentes movimientos universitarios, la represión directa ha sido suficiente para desbaratar las asambleas y romper la frágil unidad. En cambio, los estudiantes de las Normales Rurales, organizados en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) han sufrido agresiones más graves, sin embargo, están organizados de tal forma que han podido resistir los embates del régimen en más de una ocasión e incluso han logrado defenderse de algunas de las agresiones policiaco-militares, este es un ejemplo de lucha exitosa contra la represión, por eso es aún más importante para el Estado eliminar a la FECSM, pues se trata de golpear ahí donde resulta más doloroso.

La represión es la respuesta natural del Estado a la movilización y la organización popular, a veces se da en menor escala y en formas “sutiles”, otras, con más frecuencia, se presenta de forma franca y brutal. El objetivo siempre es el mismo: tronar la organización, sembrando miedo y desconfianza entre los compañeros, el Estado espera que la organización se desbarate sola, que regresemos a casa con la impresión de que “no valió la pena movilizarse” y que “la protesta social genera más problemas que soluciones”, ya que luego tenemos que luchar; por la libertad de los presos, por la presentación de los detenidos-desaparecidos, por el castigo a los culpables directos de los actos criminales de represión, que quede la impresión de que “se perdió más de lo que teníamos”.

La lección más importante que debemos aprender sobre la represión es que no debemos ser ingenuos, la represión es inevitable, pero mientras mejor organizados estemos, mientras mayor claridad tengamos en la lucha, seremos capaces de afrontar los efectos de la represión. La represión no tiene por qué implicar necesariamente una derrota política, pero nuevamente debemos recordar la primera lección, no seamos ingenuos, no debemos arriesgarnos sin necesidad, hay quienes creen que sufrir un ataque represivo “visibiliza” al movimiento, que al victimizarse de alguna manera se convierte en una “victoria política”, sin embargo permitir que a un compañero lo golpeen, lo torturen, lo encarcelen, no ayuda al movimiento, crea resentimiento entre las víctimas, crea un caldo de cultivo para la cooptación y la delación.

No pueden derrotarnos si seguimos organizados, no pueden sorprendernos si sabemos que nos están acechando, no pueden aterrorizarnos si estamos conscientes de por qué estamos en la lucha. Sabemos que vendrán y por eso debemos impulsar la organización y la unidad de clase. Contra la represión y el terrorismo de Estado, organización y lucha por el socialismo.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 4 de FRAGUA , órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 14 de noviembre de 2014.

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