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Crónica del colapso - No dejar nada fuera

Martes 2 de marzo de 2021

Pablo Servigne - 25 de febrero de 2020

Desde el verano de 2018, nadie puede detenerlo. El monstruo mediático generado en torno a la colapsología sigue creciendo, inexorablemente como un blob.* Se nutre por supuesto de las noticias catastróficas, pero también de las críticas y de los elogios, de los balbuceos estúpidos y de los análisis eruditos.

He ahí que traspasa las fronteras y se injerta en los “blobs" de otros países, que aunque no tienen “la” palabra, llegan a las mismas constataciones agobiantes: algo se desliza, algo muere a gran escala en nuestro mundo. Se encuentran acentos de fin del mundo en los discursos de Extinction Rebellion, de Greta Thunberg o de Antonio Guterres en Naciones Unidas, en los debates de Davos o en las reacciones acerca de los incendios en Australia.

Esto ya no asombra a nadie: la idea de que nuestro mundo pueda colapsar en los años por venir está muy difundida. El 10 de febrero de 2020, la fundación Jean-Jaurès publicó los resultados de una “encuesta internacional sobre la colapsología”, que interrogó a mil personas en los siguientes cinco países: Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Italia y Alemania (encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública). En ella destaca, por ejemplo, que la mayoría de los franceses (65%) piensan que la civilización tal y como la conocemos, colapsará en los próximos años (35% prevé que será en menos de 20 años). No es broma: todos los colores políticos son bastante pesimistas, excepto el extremo centro, La République en marche,** dado que dos tercios de sus simpatizantes no creen en el colapso.

Aún actuales

La palabra “colapsología” tuvo el mérito de echar luz sobre las catástrofes globales y de trastornar nuestra visión del futuro. Pero eso le confiere un defecto: llama la atención. Entonces, cuando el sabio señala la Luna… muchos miran el dedo. Los comentaristas se concentran en la colapsología, olvidando su objeto: lo vivo se muere y se desarticula. Aún peor, pasan de una “crisis” a la siguiente olvidando que éstas pueden interactuar. Todas las crisis están en curso y se alimentan unas a otras ¡Ninguna respuesta!

Mientras escribo, el coronavirus venido de China ha afectado a 80 mil personas en 37 países, creando efectos en cascada desmesurados: miedo y atrincheramiento, crisis política interna, crisis diplomática y geopolítica, parálisis de las cadenas de aprovisionamiento, escasez de medicamentos, inyección de liquidez por parte del banco central chino, temiendo un big crunch, etc. Esta pandemia es una radiografía de la vulnerabilidad de nuestro mundo globalizado.

Al tiempo que el virus provoca una caída del consumo mundial del petróleo, y también hace variar sus cotizaciones, el Servicio Geológico de Finlandia, que depende del ministerio de asuntos económicos del gobierno finés, advertía en un reporte que la industria petrolera mundial está al borde de la quiebra ¿Una buena noticias para el clima, me dirán?

¡Y por qué no! Hemos esperado este famoso crash, ya que las últimas noticias sobre el clima y la biodiversidad están para morirse. No será la Agencia europea del ambiente que dirá lo contrario. En un reporte fechado el 10 de febrero de 2020, intenta imaginar la vida de nuestros hijos y nietos en Europa a fines del siglo XXI: alza del nivel del mar, lluvias torrenciales, episodios de sequía, incendios en los bosques… ¡Incluso una película hollywoodense de catástrofes que juntara todos estos ingredientes perdería su credibilidad!

Interconexión

El 5 de febrero de 2020, en un despacho de la agencia AFP 200 científicos de alto nivel nos prevenían contra “el entrelazamiento de las crisis ambientales que podría llevar al planeta hacia un ‘colapso sistémico mundial’”.

Al mismo tiempo, el Centro de estudio del riesgo existencial de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, que agrupa decenas de investigadores y que se dedica “al estudio y a la atenuación de los riesgos que podrían conducir a la extinción de la especie humana o al colapso de la civilización”, publicó un estudio que analiza 10 mil artículos sobre este tema.

¡Como era de esperarse, todo se acelera! Parece que una vez más hemos cambiado de época: en 2015, cuando se publicó Comment tout peut s’effondrer, los científicos podían afirmar que, en un futuro próximo, un colapso sistémico global era posible (sin poder datarlo). Hoy día, es preciso ir un pelito adelante: el colapso es probable. La aguja del reloj del apocalipsis(1) avanzó hasta los dos minutos para la media noche.

Por supuesto, está la cuestión política, las alternativas por construir y las luchas por hacer. Por supuesto, de forma simultánea hay cuestiones sicológicas, artísticas y espirituales. Pero en medio de ese revoltijo, necesitamos también encontrar la fuerza de entender nuestro mundo que se descompone, la mente alerta. Y eso es, de verdad, de verdad, de verdad, fatigante.

La intención que quiero dejar planteada es ayudar a que ese pensamiento plural se estructure, se clarifique, crezca. Científicos se ocupan de esa tarea, acompañados por muchos otros apasionados. Acabamos de crear una red de ayuda mutua de conferencistas sobre estos temas, para continuar creando vínculos y sentido.

Felicitemos los esfuerzos de esos geeks del colapso, los colapsólogos, que obran para entender esas dinámicas y para darlas a conocer. Aún hay muchas cosas por entender, no debemos dejar nada fuera.

Aparecido en el número 4 de la revista Iggdrasil


* Blob refiere a un organismo unicelular que se crece sin parar, una especie de musgo, y a una película inglesa del mismo nombre donde aparece un organismo alienígena que todo lo devora. Ver https://es.m.wikipedia.org/wiki/Physarum_polycephalum y https://fr.m.wikipedia.org/wiki/Physarum_polycephalum

** Formación política ligada al presidente Emmanuel Macron.

(1) También llamado “reloj del fin del mundo” (Doomsday Clock), es un reloj conceptual sobre el cual la media noche representa el fin del mundo. Fue creado durante la guerra fría y es mantenido por los directores del Bulletin of the Atomic Scientists de la Universidad de Chicago. Desde el 23 de enero de 2020, el reloj indica media noche menos cien segundos (23 horas, 58 minutos, 20 segundos), de nunca visto desde 1953, debido a la incapacidad de los dirigentes mundiales para hacer frente a las amenazas inminentes de una guerra nuclear y del cambio climático, y de la multiplicación de “fake news” como armas de desestabilización de las democracias.

Ver en línea : Revista Iggdrasil

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