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Cortemos el lastre del oportunismo

En medio de la lucha y la organización

Domingo 3 de abril de 2016, por OLEP

En el número anterior de FRAGUA mencionamos que el pueblo se educa en la lucha y que nosotros, siguiendo los principios del marxismo-leninismo, también debemos estar receptivos al aprendizaje en todo momento, venga de donde venga. La lucha de las trabajadoras de intendencia del Instituto de Educación Media Superior (IEMS) por recuperar el trabajo que injustamente les quitaron es un claro ejemplo de los casos en los que podemos aprender y de la necesidad permanente de realizar ejercicios de análisis, así como de crítica y autocrítica.

Como organización hemos sido partícipes de esa lucha para, de alguna manera, mejorar la relación obrero-patronal, es decir, hemos impulsado una lucha meramente económica y, por tanto, limitada. Sin embargo, nuestro objetivo siempre ha sido claro: elevar el nivel de conciencia del pueblo y no sólo el de colocar una bandera roja detrás de la causa proletaria.

Frente a esto, nos hemos topado con cierta capa del oportunismo que se disfraza bajo el título de supuestos “socialistas”, aun cuando no busca la realización de las metas inmediatas ni históricas del proletariado, ya que en la práctica sólo se monta en los movimientos de los trabajadores. Su propia incapacidad de análisis y su falta presencia con el pueblo llevan a que dichos socialistas imaginen que de un momento a otro se formará un “gran movimiento” que encabezará sin trabajar directamente con las masas populares. En pocas palabras: son puras cabezas sin un cuerpo al cual comandar.

Al mismo tiempo, este oportunismo evita consciente e inconscientemente el crecimiento del pueblo ya que, producto de un bajo nivel de conciencia, habrá ocasiones en que la gente vea a los oportunistas como los “salvadores” que dan su mano a las víctimas. Esta actitud paternalista únicamente fomenta las limitaciones del proletariado y le impide alcanzar su emancipación, pues lo lleva a quedar atorado en el redil y a sólo buscar cambiar de pastor.

El oportunismo fomenta y permite actitudes individualistas, que siempre se encuentran en las luchas del pueblo, y mantiene practicas incorrectas como las que siguen: se aprovecha de las necesidades económicas y personales del pueblo para “jalar agua a su molino” o, incluso, tiene actitudes tan infantiles como borrar de la foto a quienes no son de su organización. Además, busca inundar con aguas de desconfianza el barco en el que navegamos, inventando chismes contra aquellas organizaciones que no pensamos como ellos, e incluso presenta una suerte de “radicalidad” mal entendida para mostrar que sus allegados sí pueden movilizar a las masas de manera independiente, aunque jamás se comprometan a tareas concretas ni se propongan como responsables en alguna actividad.

Al mismo tiempo, el oportunismo embarca al proletariado. En el caso de las compañeras de intendencia, por ejemplo, ha ocupado la falsa consigna de “ni una lucha aislada más”, para desgastar a las compañeras trabajadoras incorporándolas a la agenda de un sinfín de luchas y movimientos con el único objetivo de que los oportunistas muestren su fuerza (aunque no sea suya) y multipliquen de la noche a la mañana su cantidad de militantes. De esta manera, los oportunistas “socialistas” no hacen más que repetir las formas burguesas de hacer política, formas en las que el pueblo no es más que un montón de gente aglutinada en torno a una causa desconocida y que marcha sin sentido esperando que tras esas horas de cansancio bajo el sol llegue la anhelada victoria.

Combatir y frenar estas actitudes nos ha obligado, como organización, a realizar ejercicios de autocrítica, a mostrar nuestras carencias teóricas y nuestra incapacidad práctica, es decir, nosotros también hemos aprendido a luchar en contra de la espontaneidad, la falta de formación y a pensarle un poco más para ofrecer alternativas concretas y creativas al pueblo para con ello luchar de mejor manera para alcanzar sus intereses inmediatos e inculcar, aunque sea un poco, el ideal socialista, cuestión bastante complicada y no automática, por cierto.

También hemos aprendido que el elemento consciente, el dirigente político del pueblo, debe esforzarse el doble en sus tareas, debe estar al pendiente de lo inmediato y al tanto de las tareas y escenarios a mediano y largo plazo. Es decir, el dirigente debe impulsar al pueblo por la vía de los hechos y demostrar que el esfuerzo y la congruencia son en sí mismos pequeñas victorias en el camino por la emancipación de nuestra clase.

Es momento de pensarle, de luchar contra el miedo, el cansancio y la desconfianza. La burguesía buscará que nos desgastemos, que luchemos de manera individual y que rompamos los lazos de solidaridad que como pueblo movilizado nos hemos forjado. Debemos dar un paso adelante, formar políticamente la estrategia y la táctica de una verdadera lucha socialista que vaya más allá de motes y gritos.

No busquemos comandar barcos que no construimos, sino formar una flota entera y organizada con el pueblo a bordo. No tengamos miedo a ser remplazados, ya que tal vez pronto formemos al siguiente dirigente político que tendrá más capacidad que nosotros y eso, al final, debe ser un motivo de orgullo, pues no será un éxito personal sino un salto cualitativo de nuestra clase.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATE del No. 15 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 12 de marzo de 2016.

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