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La “apertura” democrática y otros cuentos

La farsa de la alternancia

Lunes 27 de julio de 2015, por OLEP

Vivimos los tiempos de apertura democrática” es un cuento que nos han querido vender muchas veces quienes detentan el poder. A partir de la década de los setenta, desde la Presidencia de la República, se han venido promoviendo reformas en materia de elecciones con las que supuestamente se ensanchan los derechos políticos de la ciudadanía. En aquél entonces se abrió el registro para distintas fuerzas políticas. A algunas denominadas de “izquierda”, se les ofreció el registro electoral, atándoles las manos, exigiéndoles que a cambio del registro legal abandonaran los objetivos de su lucha. Así, aquellos que decían luchar por el socialismo, poco a poco fueron abandonando sus objetivos y convirtiéndose en la pálida “oposición” que conocemos hoy en día.

En 1971, para contrarrestar la lucha contra la represión de la que fueron víctimas cientos de estudiantes y trabajadores, el presidente en turno, Luis Echeverría, lanzó una serie de reformas que fueron llamadas “apertura democrática”. Hacia el exterior, el gobierno pudo posar de “progresista”, incluso en algunas partes del mundo, entonces su gobierno está considerado de “izquierda”. Sin embargo, en la década de los ochenta, una nueva reforma legalizó a diversas agrupaciones de izquierda, entre otras al trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), al Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) y al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el cual que había resultado de la fusión de varios partidos y organizaciones socialistas.

En 1993, después del fraude electoral de 1988 con el cual Salinas de Gortari llegó al poder, se “ciudadanizaron” las instituciones electorales, es decir, se crearon organismos que, en principio, no estaban bajo la tutela de alguna otra secretaría de gobierno. Antes de esta época, las elecciones eran organizadas por el propio gobierno, la Secretaría de Gobernación (SEGOB), la misma encargada de orquestar la represión contra movimientos y organizaciones sociales, era la institución encargada de organizar las elecciones, dar el registro a los partidos, hacer el conteo de los votos, etcétera.

Hemos escuchado muchas veces que esta supuesta “ciudadanización” de las instituciones electorales es una garantía de que los hechos fraudulentos de 1988 no volverían a ocurrir, sin embargo, nuevamente en los años 2006 y 2012, volvimos a ser testigos de las mismas prácticas fraudulentas: compra de votos, alteración de resultados, etcétera. Aún más, la cantidad de presupuesto que se le asigna tanto al Instituto Nacional Electoral (INE, antes IFE) como a los partidos con registro electoral es un insulto a las masas trabajadoras. Ante esto, algunas personas aseguran que sería más conveniente que no existieran partidos, que lo que está mal con el sistema electoral son los partidos y que sin estos grupos la política pasaría a “manos de los ciudadanos”.

Sin embargo, nosotros reivindicamos el derecho de los explotados a organizarse en su propio partido, que luche por sus intereses como clase y que lleve hacia adelante los objetivos políticos de los explotados y oprimidos, de los trabajadores, de los campesinos, de los estudiantes, los indígenas, todos nosotros. Recordemos que la posibilidad de que ciertas organizaciones participaran en el ejercicio electoral fue una conquista de la lucha social pero que, al no defender con un contenido clasista estas conquistas, muchos de sus militantes se le entregaron en charola de plata a los explotadores y su gobierno, con lo cual los actuales partidos con registro electoral no son sino expresiones políticas de la clase burguesa.

Todos los partidos con registro defienden la propiedad privada sobre los medios de producción y con ello defienden el régimen de explotación y miseria para el pueblo trabajador. Algunos intelectuales se niegan a reconocer que mientras siga existiendo la propiedad privada seguirán existiendo pobres y oprimidos, dichos intelectuales no entienden que quienes detentan el poder, lo hacen en nombre de quienes nos explotan, la burguesía.

La cuestión principal sigue siendo la misma: ¿quiénes tienen derecho a postularse en las elecciones? ¿Son acaso los iluminados, los “ciudadanos” ricos? ¿Acaso los trabajadores tienen derecho a postular a sus dirigentes? ¿Lo tienen los campesinos, los estudiantes, los indígenas, los oprimidos y explotados? Reformas y contrarreformas electorales se han sucedido sin que lleguen a tener el menor impacto en la vida de los trabajadores, los partidos con registro electoral se ponen por encima de las organizaciones de los trabajadores y de los trabajadores que aún no están organizados.

La apertura democrática es un cuento que la burguesía recicla cada cierto tiempo. A veces cambia de nombre, en el año 2000 le llamaron “alternancia” nos dijeron que esa “alternancia”, era la llave de entrada a la tierra mágica de la “apertura democrática”, donde todos seríamos “ciudadanos” y viviríamos felices. Nosotros no debemos caer en el engaño, debemos entender que la vida de miseria que llevamos no cambiará a menos que hagamos que cambie. Debemos organizarnos y luchar por construir una nueva sociedad sin hambre, sin explotación y sin represión. Sólo la organización permanente de los trabajadores será garantía de que todos tengamos el poder de decidir sobre nuestro futuro.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 8 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 13 de junio de 2015.

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