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Las direcciones charras y la lucha política de los trabajadores

Bonitos discursos, poca acción proletaria

Miércoles 20 de mayo de 2015, por OLEP

Actualmente en México, las direcciones sindicales se caracterizan por estar cooptadas por el Estado y al servicio de los patrones, como lo demuestran las direcciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS) y el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), entre otras.

Se conoce como “charrismo” al mecanismo de control de los sindicatos que tiene como objetivo minimizar la lucha por los intereses colectivos de los trabajadores y mantener una actitud de subordinación ante el Estado y los patrones burgueses. Por medio de este mecanismo de control sobre la mayoría de los trabajadores sindicalizados en México, los patrones ejercen de manera constante una violaciones a los derechos individuales y colectivos de los trabajadores mediante reformas y leyes que aprueba el gobierno (como la reforma laboral) sin encontrar una verdadera oposición combativa. En estos sindicatos el Estado suele imponer a los líderes y, aunque parezca que éstos tienen gran fuerza, el Estado los puede quitar sin ningún problema cuando considera que ya no le sirven, como le sucedió a Elba Esther Gordillo.

En algunos sindicatos se han dado procesos organizativos que luchan por mantener una actividad independiente, democrática y al servicio de los trabajadores, resultado de este tipo de procesos es, por ejemplo, la existencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Existen otros sindicatos y agrupaciones que se reivindican como independientes pero en la práctica muchas veces terminan por desmovilizar a los trabajadores y muestran una actitud colaboracionista con el Estado y una oposición sólo en el discurso.

En estos últimos (al igual que en algunos sindicatos charros) la dirección utiliza un discurso progresista y suele contar con un número importante de fuerzas que la respaldan a lo interno. En este tipo de casos es donde surgen las preguntas: ¿Por qué estas direcciones cuentan con una base tan importante? ¿Y por qué la base trabajadora acepta esas direcciones? Esto se debe principalmente a dos cuestiones, la primera tiene que ver con el hecho de que las direcciones sindicales suelen controlar el sistema de escalafón (el ascenso a mejores puestos), de plazas y de prestaciones sociales. El problema no es que los sindicatos tengan el control de estos rubros, sino que la dirección lo utilice para promover el clientelismo y la corrupción con base en las necesidades de los trabajadores. La segunda cuestión tiene que ver con la precariedad e inestabilidad laboral que actualmente existe en el país. Ante este escenario los trabajadores terminan por aceptar esas direcciones que “les garantizan” conservar su empleo a pesar de que, de todos modos, han ido perdiendo derechos mediante reformas y leyes que aprueba el gobierno y que las direcciones sindicales no han estado dispuestas a combatir.

Otra práctica que suelen implementar estas direcciones sindicales es la reivindicación y la adopción de manera demagógica de demandas legítimas de los trabajadores como el aumento salarial, más y mejores prestaciones, defensa del contrato colectivo y el derecho a huelga, entre otras. Sin embargo, a la hora de realmente defender esos derechos siempre se quedan a medias, por ejemplo, en febrero de este año el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) y otros sindicatos agrupados en la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) se sumaron a la Jornada Internacional en Defensa del Derecho a Huelga, en ese marco se realizó una conferencia y el STUNAM sacó un posicionamiento donde reivindicaba el derecho a huelga, no sólo como un instrumento de lucha de carácter defensivo, sino también como un mecanismo para la iniciativa política de los trabajadores, con un carácter para modificar las políticas económicas y sociales impulsando alternativas.

A pesar de esos bonitos comunicados, la práctica de la dirección del STUNAM se aleja mucho de su discurso y esto puede observarse en cada revisión salarial y contractual, donde la orientación que la dirección da hacia las bases es la de evitar estallar la huelga y aceptar las migajas que ofrece el Estado, quedando siempre la mayoría de los puntos del pliego petitorio en letra muerta o en una supuesta “revisión”. Así, los emplazamientos a huelga terminan siendo un trámite burocrático y no una herramienta de lucha por el cumplimiento de las demandas de los trabajadores. La dirección del STUNAM lleva años desmovilizando a sus bases, fomentando la resignación y la aceptación de las migajas, además de coartar o limitar todos los esfuerzos de solidaridad hacia otras luchas. Cabe mencionar que el STUNAM no es el único sindicato que se hace pasar por “progresista” y se comporta de esta manera.

Los sindicatos, históricamente, surgieron como un paso importante para los trabajadores en la lucha por alcanzar mejoras en sus condiciones de trabajo y de vida, los sindicatos promovieron que de la dispersión y de la impotencia de los trabajadores se avanzara a la unión y organización. Sin embargo, como hemos podido constatar, en algunos sindicatos se empezaron a manifestar rasgos reaccionarios o de “aburguesamiento” que representan un obstáculo para que el proletariado pase de clase en sí a clase para sí y termine por estar inerme ante la influencia de la “aristocracia obrera” que se va formando en la cúpula de los sindicatos, como describió Engels.

Ante tal situación, los trabajadores tienen que empujar la lucha para que en sus sindicatos exista una independencia real que les permita luchar y alcanzar sus objetivos como clase proletaria. Para esto es necesario fomentar el análisis y la discusión política de la situación nacional desde las asambleas de base, fomentar la participación consciente en la organización sindical y llevar a cabo agitación contra cualquier injusticia de las miles que se viven a diario en el capitalismo.

Los sindicatos no deben restringir su lucha a cuestiones internas y a denuncias económicas contra sus patrones y el gobierno (mucho menos a preservar los privilegios de los líderes). Si bien, uno de los principales objetivos de la lucha sindical es lograr que los trabajadores puedan vender su fuerza de trabajo con mayores ventajas, no es suficiente la denuncia y la lucha económica. Para incorporar a los trabajadores a la lucha política se debe hacer hincapié siempre en que, para alcanzar realmente mejores condiciones de vida, es necesario transformar el sistema capitalista que obliga a los desposeídos a vender su fuerza de trabajo a los ricos burgueses. Se debe impulsar la conciencia de clase proletaria y terminar con la subordinación hacia los líderes que sólo están interesados en preservar sus privilegios y que negocian a espaldas de la base trabajadora.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 7 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 29 de abril de 2015.

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