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El proletariado agrícola y la huelga en San Quintín

Trabajar “de sol a sol” no es cosa del pasado

Martes 12 de mayo de 2015, por OLEP

Era de madrugada cuando estalló la huelga de jornaleros agrícolas en San Quintín, Baja California, organizados en la Alianza de Organizaciones Nacionales, Estatales y Municipales por la Justicia Social (AONEMJUS), el pasado 17 de marzo por la madrugada se declararon en paro y bloquearon la carretera Transpeninsular que conecta Tijuana con Cabo San Lucas.

San Quintín es un enorme valle agrícola, en el que se encuentra concentrada una vasta producción de frutillas (fresas, frambuesas, arándanos y zarzamoras) y varias especies de hortalizas y legumbres que son cultivos altamente rentables, pues al mismo tiempo que generan miles de empleos con salarios de hambre, favorecen la acumulación de riqueza en unas cuantas manos. Las frutillas son sembradas en diversos ranchos de la región, cuyos dueños son miembros de unas 15 familias de terratenientes y rancheros locales (burgueses). El 80% de las cosechas se exporta principalmente a Estados Unidos (EU) por medio de las compañías comercializadoras como Driscolls, BerryMex, Freshkampo y Andrew & Williamson.

Es en esos ranchos donde, hasta por 14 horas y bajo temperaturas de más de 40°C, sembrando y trasplantando, poniendo guías, aplicando pesticidas sin protección, cosechando fruta en cubetas y removiendo rollos de plástico y mangueras, trabajan los más de 80 mil jornaleros huelguistas, sus principales demandas son: 1.- La revocación del contrato colectivo de trabajo firmado por la CTM y la CROC (agrupaciones sindicales pertenecientes al PRI) con la asociación de rancheros locales. 2.- Afiliación masiva al IMSS. 3.- Un día de descanso a la semana. 4.- Jornada de ocho horas y pago de horas extras y días festivos conforme a la ley. 5.- Aumento de salario, pago de jornal de $300 pesos mínimo. 6.- Cese de la discriminación y maltratos. 7.- Cese del acoso sexual a las mujeres por los capataces y patrones. 8.- Que no se obligue a las mujeres a llevar a sus hijos a los campos a trabajar y que se respete la incapacidad por maternidad. 9.- Alto a la represión contra los que se organizan y se reúnen.

Los huelguistas mantuvieron el bloqueo durante 26 horas, hasta el 18 de marzo por la tarde, cuando fueron reprimidos salvajemente por elementos de la Policía Federal y Estatal, que contaba con el apoyo logístico de elementos del Ejército Mexicano. Este hecho represivo arrojó más de doscientas personas detenidas, cientos de huelguistas heridos y además se giraron órdenes de aprehensión contra los dirigentes de la AONEMJUS. Durante los días siguientes hubo manifestaciones de solidaridad, como la movilización a ambos lados de la frontera del 29 de marzo, en San Diego y Tijuana.

Las condiciones laborales de los jornaleros de San Quintín no son el único caso de sobre-explotación laboral, son las mismas condiciones de trabajo de la mayoría del proletariado agrícola en México. En los campos de Sinaloa, Sonora y Chihuahua, en las plantaciones de mango, aguacate y cítricos de Colima, Michoacán y Nayarit también se explota a los jornaleros, con jornadas extenuantes de trabajo, salarios de hambre y sin seguridad social. Si un trabajador muere o enferma por trabajar en estas condiciones simplemente se le sustituye por otro, en este sistema capitalista lo importante es la acumulación de ganancias y no las vidas humanas.

Muchos jornaleros son migrantes de Oaxaca, Guerrero, Puebla y Veracruz que han sido expulsados de sus comunidades por medio de la violencia y el despojo, ya que las políticas neoliberales han arrasado el campo y convertido a millones de campesinos en proletarios agrícolas. La vida de estos transcurre entre la sobre-explotación y la falta de servicios elementales como agua y drenaje en los barrios y casas improvisadas que habitan, a lo que se suman los riesgos por la exposición constante a agroquímicos, pesticidas y fertilizantes tóxicos.

Hay otro sector del proletariado agrícola, que está conformado por los técnicos de los ranchos y las empresas comercializadoras, muchos de los cuales son egresados de las instituciones de educación agrícola superior (como Chapingo o la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”) o de las universidades estatales. Al tener mejores salarios y condiciones de vida, muchas veces creen que a ellos no se les explota, muestran indiferencia hacia la lucha de los jornaleros o se ponen del lado de los patrones. Este sector no alcanza a darse cuenta de la necesidad de luchar por mejores condiciones de trabajo para todos los trabajadores agrícolas, incluyéndolos a ellos que también llegan a realizar jornadas de hasta 14 horas, sin días de descanso en temporadas de cosecha y sin equipo de protección contra pesticidas o para trabajar en los frigoríficos; de mucha ayuda sería su incorporación a la lucha.

Mientras escribimos este artículo, la huelga de los jornaleros agrícolas de San Quintín continúa. Las agroempresas y los dueños de los ranchos sólo han accedido a un aumento salarial de 15% por jornal, es decir 20 a 15 pesos sobre su salario actual y no los 200 pesos que los jornaleros exigen. Han sido liberados casi todos los jornaleros detenidos el 18 de marzo (faltan 25) han logrado que se respete su derecho a construir un sindicato independiente y obtendrán la afiliación masiva a la seguridad social.

El respeto a los acuerdos y su cumplimiento por los patrones y el gobierno sólo se garantizará en la medida en que los jornaleros continúen organizados y luchando, no sólo por el cumplimiento de sus reivindicaciones económicas inmediatas, sino uniendo su lucha a la lucha por la transformación de la sociedad y la abolición de la explotación. “¡Si hemos aguantado tanta hambre, podemos aguantar más, no tenemos nada que perder!” decía un jornalero mientras se desarrollaban las mesas de negociación y tiene razón, el proletariado no tiene nada que perder en la lucha, más que sus cadenas.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección CAMPO del No. 7 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 29 de abril de 2015.

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