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Todos trabajadores, todos proletarios

Avecindados y originarios

Martes 21 de octubre de 2014, por OLEP

Las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las contradicciones en el seno del pueblo, por ser de diferente naturaleza, requieren métodos distintos para resolverlas […], en las primeras es cuestión de trazar una clara distinción entre nosotros y el enemigo, mientras que en las segundas se trata de una cuestión de establecer una distinción precisa entre lo correcto y lo erróneo.MAO TSÉ TUNG

El proceso de avance del neoliberalismo por la vía de las reformas estructurales impulsadas por Enrique Peña Nieto, de la mano de los partidos firmantes del “Pacto por México”, está generando cada vez más descontento entre amplias capas populares. Este descontento está produciendo que, a lo largo de todo el territorio nacional, se organicen espontáneamente y/o se retomen esfuerzos organizativos anteriores en los pueblos, barrios y colonias en contra del despojo, el saqueo y la explotación.

En estos procesos organizativos se comparten objetivos comunes que se expresan de manera concreta en la lucha por cancelar algún megaproyecto, detener alguna obra, cancelar concesiones a empresas privadas nacionales o extranjeras, impedir la privatización de bienes comunes, etc. Es decir, la lucha en contra del neoliberalismo, por el momento, se expresa por la vía de demandas inmediatas, económicas, por conservar lo que se tiene, por no perderlo.

Dentro de esta nueva ola de despojo y privatización, los sectores más afectados son quienes habitan en la periferia de las grandes ciudades, como es el caso de la zona poniente y sur de la Ciudad de México. En estos lugares existen núcleos de pobladores originarios y núcleos agrarios que conservan tradiciones y rasgos culturales propios conviviendo con avecindados de todo tipo, casi todos pobres, muchos de ellos producto de la expulsión de los complejos habitacionales de la zona centro de la Ciudad de México y de las masivas oleadas migratorias provenientes de otros estados del país.

En estas poblaciones de las delegaciones Milpa Alta, Xochimilco, Tlalpan, Álvaro Obregón, Cuajimalpa y Magdalena Contreras tienen sus ojos puestos los empresarios nacionales y extranjeros debido al potencial económico de estas zonas para ser aprovechadas como lugares para el disfrute ecoturístico, conjuntos habitacionales de lujo (quintas, privadas y ranchos), vías de comunicación y extracción recursos de naturales (agua, madera, fauna y flora silvestre).

Es sobre todo en estas poblaciones donde el gobierno del Distrito Federal, a través de diversas políticas públicas, ha intentado acentuar las contradicciones entre pobladores originarios y avecindados, siendo la división del pueblo una de las principales herramientas para la cooptación y represión de los esfuerzos organizativos que surgen y resurgen para luchar en contra de los megaproyectos de expansión capitalista.

Si bien, en un primer momento, el impulso por la vía independiente (sin tutela del gobierno) del sentimiento de pertenencia a un barrio, colonia o pueblo, es importante en tanto que genera lazos de solidaridad y compañerismo, la vertiente gobiernista de esta idea sólo fomenta la división entre habitantes en función de “los que somos de aquí, los que sí tenemos cultura y tradiciones” y “los que llegaron después”. Claro, esto intenta ser maquillado a través del ensalzamiento folclórico y casi comercial de las fiestas patronales, rituales agrícolas y la idea de que todo tiempo pasado fue mejor.

El rescate y ejercicio de las tradiciones y cultura de nuestro pueblo es algo muy importante, claro, pero cuando esas prácticas no hacen más que fomentar las divisiones al interior de nuestros pueblos, barrios y comunidades, este rescate y ejercicio no hacen otra cosa sino servirle al Estado y a sus planes de expansión económica neoliberal.

Es al Estado al que le conviene que los pueblos, barrios y comunidades que serán afectados por megaproyectos estén divididos entre pobladores originarios y avecindados, por eso fomenta la división entre los que tienen poco (ejidatarios y comuneros, originarios) y los que tienen aún más poco o nada (arrendatarios, avecindados). Unas veces fomenta esta división con base en la tenencia de la tierra (núcleos agrarios contra avecindados), otras con base en la “cultura” y las “tradiciones”, los de “aquí” y los que “llegaron de fuera”.

El acentuar dichas contradicciones sirve al Estado para ocultar la contradicción fundamental del sistema, la contradicción entre los dueños de la riqueza y los medios de producción (los que quieren y necesitan implementar los megaproyectos para seguir haciéndose ricos) y los que sólo somos dueños de nuestra fuerza manual o intelectual para seguir trabajando (los que nos oponemos a los megaproyectos, a la privatización, el despojo y el saqueo), los que luchamos por la transformación de la sociedad.

Los procesos organizativos en pueblos, barrios y comunidades que resisten frente al despojo y explotación son incómodos para el gobierno, muchos de ellos han sufrido en carne propia la represión policiaca y han tenido que enfrentar cárcel y persecución. Podemos asegurar que cuando la policía entra a los pueblos y barrios a golpear, catear y hacer detenciones con lujo de violencia, no lo hace preguntando quién es originario y quién es avecindado, la represión se ejerce sobre todo aquél que se resista a vender la tierra o a desalojar su casa, no hay distinción. Lo que nos une como pueblo es mucho frente a lo que nos separa, ahondar en nuestras diferencias no nos sirve para avanzar en la lucha contra el avance del capitalismo neoliberal. Al final del día, de aquí y de allá, originarios y avecindados, somos todos proletarios…

NOTA: Este artículo fue publicado en la sección DEBATE del No. 3 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 21 de septiembre de 2014.

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