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La lucha sigue

Nuevos comunicados desde Grecia

Jueves 1ro de enero de 2009, por robot

Comunicado de proletarios de la facultad ocupada ASOEE (Universidad de Economía de Atenas)

La primera luz del alba viene tras la oscuridad más profunda

Hasta el sábado 6 de diciembre de 2008 por la noche podríamos decir que jusqu’ ici tout va bien, observando la caída individual de cada uno de nosotros en el desierto del sistema capitalista. En ese momento llegó la grieta, y la locura destructora de buena parte de la juventud del país. En un primer momento, como tantas veces en la historia, fueron los hechos los que tomaron la palabra.

Primero, el arma del policía, reivindicando como suya la repulsa del fenómeno de la vida por parte de cualquier tipo de Autoridad. Se derramó la sangre de un adolescente, e inmediatamente el llanto se transmitió de forma instantánea desde Exarhia hasta el centro económico de la metrópolis y otras grandes ciudades, un llanto de llamas y cristales rotos, que transformaba bancos y centros comerciales en una nube de rabia con la inscripción: VENGANZA.

Dos días más tarde los centros navideños de las ciudades parecían haber sido objetivos de bombardeos de guerra, mientras que la economía de crisis recibía otro soplo de muerte en su corazón por hordas de “hooligans” destrozando mercancías. “El Tratado de Varkiza se ha roto, estamos en guerra de nuevo”. Hablamos del regreso de la lucha de clases al primer plano, hablamos de la solución a la crisis: Para nosotros. Y tan sólo estamos empezando. Vamos hacia delante…

Somos parte de la revuelta de la vida contra la muerte cotidiana que nos imponen las relaciones sociales existentes. Con la fuerza destructora que latía dentro de nosotros, llevamos a cabo un salvaje (aunque contradictorio) ataque a la institución de la propiedad privada. Ocupamos las calles, respiramos libres a pesar del gas lacrimógeno, atacando la peor parte de nosotros mismos: nuestra imagen como esclavos de nuestros jefes, cuya forma más extrema y repugnante es el policía.

Erigimos una barricada inquebrantable contra la repugnante normalidad del ciclo de producción y distribución. En la situación actual, nada es más importante que consolidar esta barricada frente al enemigo de clase. Incluso aunque nos repleguemos ante la presión de la escoria (para-) estatal y la insuficiencia de la barricada, sabemos que ya nada volverá a ser igual en nuestras vidas.

Vivimos además una situación histórica en la que se recompone un nuevo sujeto de clase, que porta desde hace mucho la responsabilidad de asumir el rol de enterrador del sistema capitalista. Creemos que el proletariado nunca ha sido una clase por su posición, sino que más bien al contrario, se constituye como clase para sí misma en el enfrentamiento contra el capital, primero en la práctica para tan sólo después adquirir conciencia de sus propios actos. La recomposición está teniendo lugar por parte de grupos de sujetos que se dan cuenta de que no tienen ningún control sobre sus propias vidas, provenientes de estratos sociales que han sido -o están siendo- exprimidos en el fondo del barril, y que se están adentrando en una contradictoria trayectoria hacia la unificación.

El trabajo asalariado siempre ha sido un chantaje. Actualmente lo es con más intensidad, en tanto que aumenta el número de trabajadores empleados tan sólo circunstancialmente y con contratos precarios en sectores que, mientras que son necesarios para la reproducción de la dominación capitalista, no tienen utilidad social en absoluto. En estos sectores, las luchas de clase, desterradas del campo de la autogestión de la producción, se mueven en el del bloqueo y el sabotaje generalizados.

De manera simultánea, la automatización de la producción y el abandono de las políticas de pleno empleo crean grandes reservas de proletarios en paro empujados al margen de la sociedad, que recurren a trabajos inseguros o a la economía sumergida e ilegal para sobrevivir. Parados, trabajadores precarios, estudiantes de instituto y universidad destinados a ser futuros esclavos asalariados, trabajadores inmigrantes de la primera o de la segunda generación que diariamente viven la marginalización y la represión constituyen, junto con las minorías de trabajadores radicales, la comunidad de insurrectos de diciembre, una comunidad basada en la común condición de la alienación y la explotación que define a una sociedad basada en el trabajo-mercancía.
Recordemos que la víspera de estos días festivos la celebraron aquellos que están en un escalón aún inferior, los que han perdido todo disfrute en el martirio de la democracia, los presos de las cárceles griegas.

Los propietarios de la mercancía llamada fuerza de trabajo, que la han invertido en el mercado a cambio de seguridad social y con la esperanza de ver a su prole escapar de su condición mediante el ascenso en la escala social, continúan observando a los insurrectos sin tomar parte, pero también sin llamar a la policía para disolverlo. Junto con la sustitución de la seguridad social por la seguridad policial y el colapso del mercado de la movilidad social, muchos trabajadores, bajo la carga del fracasado universo de la ideología pequeño burguesa y la economía mixta, se mueven hacia una (socialmente importante) justificación moral del levantamiento juvenil, pero sin unirse aún a su ataque contra este mundo asesino.

Siguen arrastrando sus cadáveres en las letanías de tres meses de los sindicalistas
profesionales, y defendiendo un triste derrotismo sectorial contra la rabiosa agresividad de clase que rápidamente pasa a primer plano. Estos dos mundos se encontraron el lunes, 8 de diciembre, en las calles, y el país al completo prendió. El mundo del derrotismo sectorial tomó las calles para defender el derecho democrático de los roles separados del ciudadano, el trabajador, el consumidor, a participar en manifestaciones sin que los disparasen.

Muy cerca de allí, el mundo de la agresividad de clase tomó las calles en forma de pequeñas “bandas” organizadas que rompen, queman, saquean y rompen las aceras para lanzar adoquines a los asesinos. El primer mundo (al menos tal y como lo expresa el discurso de los sindicalistas profesionales) temía tanto la presencia del segundo, que el miércoles 10 de diciembre, trató de manifestarse sin la molesta presencia de los “riff-raff”.

Ya estaba sobre la mesa el dilema acerca de cómo estar en la calle: bien con la seguridad democrática de los ciudadanos, o bien con el enfrentamiento solidario del grupo, el bloque agresivo, la marcha que defiende la existencia de cada uno mediante barricadas y rotundos ataques.

Los acontecimientos de diciembre de 2008 (”Dekemvriana”) son el último capítulo de una serie de insurrecciones que recorren todo el mundo capitalista. En su fase decadente, la sociedad capitalista ni puede, ni tiene como objetivo lograr el consentimiento de los explotados mediante la aceptación de demandas parciales.
Tan sólo queda su represión. Con la restructuración comenzada a mediados de los setenta (para repeler el motín proletario llamado “movimiento del 68″), el capital se encontró con la siguiente contradicción: mientras que por un lado poseía la habilidad de crear una masa humana de pasivos telespectadores y consumidores de mercancías, de manera simultánea debía negarles (mediante la reducción de salarios) la posibilidad de adquirir estas mercancías.

Desde este punto de vista, no debería sorprender el saqueo de un centro comercial en la calle Stadiou por parte de gente que diariamente comparte las promesas de una falsa felicidad de consumo mientras ve cómo se le niegan los medios para cumplir estas promesas.

La insurrección de diciembre no lleva consigo ninguna demanda concreta, precisamente porque los sujetos que en ella participan sufren día a día la negativa de la clase dominante a aceptar cualquier demanda, y por lo tanto la conocen a la perfección. Los susurros de la izquierda, que en un comienzo pedía la retirada del gobierno, se transformaron en un terror mudo y un intento desesperado por calmar la incontrolable ola insurreccional. La ausencia de demandas reformistas refleja una subyacente (aunque aún inconsciente) disposición a la subversión radical y a la superación de las relaciones mercantiles existentes, y la creación de unas relaciones cualitativamente nuevas.

Todo comienza y madura en la violencia -pero nada se queda ahí. La violencia destructora que se desató en los acontecimientos de diciembre ha causado el parón de la normalidad capitalista en el centro de la metrópolis, una condición necesaria pero insuficiente para la transformación de la insurrección en un intento de liberación social.
La desestabilización de la sociedad capitalista es imposible sin paralizar su economía -esto es, sin interrumpir la función de los centros de producción y distribución, mediante el sabotaje, las ocupaciones y las huelgas. La ausencia de una propuesta positiva y creadora de una nueva manera de organizar las relaciones sociales era -hasta ahora- algo más que evidente. No obstante, la insurrección de diciembre debe entenderse en el contexto histórico del endurecimiento de la lucha de clases que se está dando a nivel internacional.

Una serie de prácticas de lucha -algunas de la cuales han salido a la superficie de forma elemental en muchos países donde han tenido lugar importantes conflictos de clase- proponen y desarrollan a un nivel embrionario la comunidad humana que va a abolir y trascender de manera creativa las relaciones mercantiles alienadas: las escuelas ocupadas pueden emplearse como centros donde organizarse para tomar las calles y el espacio público en general; las anti-lecciones organizadas en el contexto del reciente movimiento de estudiantes/trabajadores precarios en Italia, poniendo el conocimiento al servicio de la comunidad que se está formando; expropiaciones colectivas en supermercados y librerías, y la vida colectiva en las ocupaciones como modo de auto-cumplimiento de las promesas de alimentación, vivienda y libros gratis; una contestación radical a las relaciones de propiedad, la cooperación en vez de la apropiación personal (y a veces la reventa) de las mercancías expropiadas, la conexión de asambleas de barrio, comenzando por los asuntos locales, prefigura pues una sociedad donde las decisiones son tomadas y ejecutadas sin la mediación de ningún poder separado (sf. Oaxaca); transporte gratuito con los medios de transporte públicos, las déménages (invadir las agencias de empleo y tirar todo su material a la calle) como se hicieron en el movimiento anti-CPE en Francia.

Estas (y muchas otras, que resultan de la inteligencia personal y colectiva), son las prácticas que pueden enriquecer y fertilizar las fuerzas de la negación, para que en medio de la confusión de la insurrección, comience a tomar forma la sociedad libre y comunista.

Hacemos todo lo que está a nuestro alcance para no abandonar las ocupaciones y las calles, porque no queremos irnos a casa. Nos entristece la idea “realista” de que tarde o temprano tendremos que volver a la normalidad. Nos llenamos de alegría con la idea de que estamos en el comienzo de un proceso histórico de auge de la lucha de clases, y de que si queremos, si luchamos por ello, si creemos en ello, nos puede sacar de la crisis, a la salida revolucionaria del sistema.

Diciembre 24, 2008

Proletarios de la ocupada ASOEE (Universidad de Economía de Atenas)


Llamado a la Lucha Internacional desde Grecia

Los políticos y periodistas se burlan de nuestro movimiento, tratando de imponer en él su propia carencia de racionalidad. Según ellos, nos rebelamos porque nuestro gobierno es corrupto, o porque nos gustaría tener acceso a más dinero, más empleo.

Destrozamos los bancos porque reconocemos el dinero como causa central de nuestras penas, si rompemos las lunas de los escaparates no es porque la vida sea cara sino porque la mercancía nos impide vivir a cualquier precio. Si atacamos a la escoria policial, no es sólo en venganza por nuestros compañeros muertos sino porque entre este mundo y el que deseamos, siempre van a suponer un obstáculo.

Sabemos que ha llegado el momento de pensar estratégicamente. En este momento tan importante sabemos que la condición indispensable de una insurrección victoriosa es que se extienda, al menos, a nivel europeo. Los pasados años hemos visto y hemos aprendido: las contracumbres a lo largo del mundo, los disturbios estudiantiles y en los suburbios de Francia, el movimiento anti-TAV en Italia, la Comuna de Oaxaca, los disturbios de Montreal, la agresiva defensa de Ungdomshuset en Copenague, los disturbios contra la Convención Nacional Republicana en los Estados Unidos, y la lista continúa.

Nacidos en la catástrofe, somos los hijos de una crisis global: política, social, económica y ecológica. Sabemos que este mundo es un callejón sin salida. Hay que estar loco para agarrarse a sus ruinas. Hay que ser acertado para autoorganizarse.

Hay una obviedad en el rechazo total a los partidos y organizaciones políticas; son parte del viejo mundo. Somos los hijos engreídos de esta sociedad y no queremos nada de ella. Ese es el pecado que nunca nos perdonarán. Tras las máscaras negras, somos vuestros hijos. Y nos estamos organizando.

No nos esforzaríamos tanto en destruir lo material de este mundo, sus bancos, sus supermercados, sus comisarías, si no supiéramos que al mismo tiempo socavamos su metafísica, sus ideales, sus ideas y su lógica.

Los medios describirán todo lo ocurrido las pasadas semanas como una expresión de nihilismo. Lo que no entienden es que en el proceso de asalto y acoso a su realidad, hemos experimentado una forma de comunidad superior, de reparto, una forma superior de organización alegre y espontánea que establece la base de un mundo distinto.

Cualquiera podría decir que nuestra revuelta encuentra su propio fin en que se limita a la destrucción. Esto sería cierto en caso de que junto a los enfrentamientos callejeros, no hubiésemos establecido la necesaria organización que requiere un movimiento a largo plazo: comedores provistos por saqueos regulares, enfermerías para sanar a nuestros heridos, los medios para imprimir nuestros propios periódicos, nuestra propia radio. A medida que liberamos territorio del imperio del Estado y su policía, debemos ocuparlo, llenarlo y transformar sus usos de manera que sirvan al movimiento. De este modo, el movimiento nunca para de crecer.

Por toda Europa, los gobiernos tiemblan. Seguro que lo que más temen no es que se reproduzcan los disturbios locales sino la posibilidad real de que la juventud occidental encuentre sus causas comunes y se levante como una sola para darle a esta sociedad su golpe final.

Esta llamada va dirigida a todo el que quiera escucharla:

Desde Berlín a Madrid, de Londres a Tarnac, todo es posible.

La solidaridad debe transformarse en complicidad. Los enfrentamientos deben expandirse. Deben declararse las comunas.

De esta manera, la situación nunca retornará a la normalidad. De esta manera las ideas y prácticas que nos unen serán lazos reales.

De este modo seremos ingobernables.

Un saludo revolucionario a los compañeros de todo el mundo. A los detenidos, ¡os sacaremos!

Sus comentarios

  • El 3 de febrero de 2009 a 09:34, por t.a. En respuesta a: comunicados de la ocupación de la ópera de grecia

    Opera rebelada

    La rebelión de diciembre, dando la razón a todas las luchas sociales anteriores, ha sido el detonante de una resistencia generalizada a todo lo que nos ofende y nos esclaviza. Ha desencadenado la lucha por la vida que día tras día va desacreditándose.

    A despecho de todos los que perciben la rebelión como unos fuegos artificiales y proceden a enterrarla concluyendo su oración fúnebre con el ´´la vida va tirando´´, contestamos que la lucha continúa y establece un nuevo orden en nuestras vidas. Todo está pendiente, igual que nuestra furia. Nuestra angustia no se ha aplacado y por eso todavía estamos aquí. Rebelión en las calles, las escuelas, las universidades, en las Casas del Trabajador, en los ayuntamientos y los parques. Rebelión en el arte también.

    En contra de un arte-espectáculo que es consumido por espectadores pasivos. En contra de una estética que excluye lo diferente. En contra a la civilización que destruye parques y espacios públicos en nombre del beneficio. Juntamos nuestras voces con los que luchen. Somos solidarios con Constantina Kúneva y con los detenidos de la rebelión. Respondemos con nuestra lucha y la cultura a la represión estatal, la exclusión social y la tentativa de terrorismo e falsa información de los medios de comunicación.

    Una iniciativa de hombres del arte (considerando como arte la vida de cada uno) se apropia de un lugar para el Arte de la vida de cada uno, planteando la cuestión de la recreación de la cultura en nuevos fundamentos. Aspiramos a un arte sin mediadores, abierto a todos, vehículo de la cual pudiera ser cada uno.

    Liberamos la Opera Nacional porque por definición nos pertenece. Sentimos la necesidad de nombrar las cosas desde el principio y reencontrar el papel del arte. A través de procesos de auto-organización proponemos acciones libres y creativas por todos y para todos los que consideren la cultura como un producto de creación colectiva.

    Para recuperar la cultura de la que se nos priva.

    Asamblea general abierta de la Ópera liberada cada noche a las 21:00h

    Nuestro teatro la calle nuestro arte la rebelión


    Por qué hemos ocupado la Opera Nacional

    Exponemos algunas reflexiones a fin de contestar a los que quizá se pregunten por qué ha sido realizada una ocupación en el histórico edificio de la Ópera Nacional.

    - el 29 de diciembre de 1941 la opereta ´El barón gitano´ de J. Strauss fue presentada por la Ópera Nacional en el teatro Park. El mismo día 2.000 habitantes de la ciudad de Drama fueron ejecutados por las fuerzas de ocupación como represalia de los ataques de grupos de resistencia.

    - La ‘Carmen’ de Bizet fue puesta en escena el 20 de febrero de 1942 en el teatro Olimpia, mientras la gran hambruna de aquel año azotaba a Grecia, el 63% de la población se hallaba desnutrida y 100.000 personas murieron de desnutrición.

    - el ‘El rapto en el serrallo’ de Mozart fue presentado el 30 de mayo de 1945, el mismo día del asesinato de T. Triantafyllou, una de las 56 víctimas ,en aquel mes, del terrorismo de grupos paraestatales compuestas por traidores colaboracionistas y fascistas monárquicos, colaboradores de las fuerzas estatales, mientras que en toda Grecia había 18.078 presos políticos.

    - La obra de Sakelaridis ´El ahijado´ sería presentada el 17 de julio de 1948. Al mismo tiempo bombas napalm eran probadas por primera vez en las batallas del monte Grammos, mientras la guerra civil había alcanzado su culminación.

    - el 22 de noviembre de 1973, cinco días antes de la irrupción de los vehículos blindados en la Escuela Politécnica Superior de Atenas y dos días antes del levantamiento de la ley marcial impuesta por el régimen de la dictadura, la Ópera anunciaba a su público que ya podía presenciar las operetas ´Los payasos´ y ´Caballería Rusticana´.

    - cuando en 1985 fue asesinado el joven Mijalis Kaltezas, cada vez que se disparan pistolas de policías, el día que la obrera K. Kúneva fue forzada a beber ácido sulfúrico, siempre que cualquier madero recibe órdenes de golpear a manifestantes, las noches que los detenidos de la rebelión de diciembre aún están en la cárcel, en cuanto alguien se entera de que ha perdido su trabajo, es entonces cuando la ópera ofrece a su público una fuga y a la sociedad una imagen tranquilizadora de bienestar.

    A estas alturas no nos vamos a dedicar nuestro tiempo ni a quiénes asistía a estas representaciones, ni quiénes las presentaban, ni quiénes eran destinados y nombrados directores de la Ópera todos aquellos años desde la ocupación nazi hasta la guerra civil, así como más tarde, como p.e. durante la dictadura, de 1967 a 1974.

    La ocupación de un símbolo como la Ópera no ha sido realizada con tal de pagar deudas del pasado. Ha sido realizada porque queremos recordar a todos- directores, gobierno, artistas o espectadores- que ahí fuera y desde ahora dentro también, existe otro mundo, parte integrante del pueblo de nuestro país, al que no podéis ignorar pese a que es disparado, se ahoga de los gases lacrimógenos, participa en cortes de calles y carreteras, exige un poco de aire en vez de cemento y a la vez reflexiona y reclama un para el arte un sitio diferente dentro de la sociedad.

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