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Trabajador de LyFC en huelga de hambre

Ranulfo. Un trabajador, una historia

Domingo 20 de junio de 2010, por Laura Prats

Nombre: Ranulfo Cisneros Reza

Comienzo huelga de hambre: 28 de Abril

Edad: 50 años

Puesto en LyFC: Probador de Medidores "E"

Hace muchos, muchos años, el abuelo de Ranulfo se fue de su pueblo, San Isidro, entre Hueniques y Cuineo, y tardó más de cincuenta años en volver. Todo el asunto vino motivado a causa de una disputa familiar: su hermana Lola había decidido casarse con el peor enemigo del abuelo de Ranulfo. Despechado, el abuelo de Ranulfo se presentó en la boda con una escopeta y le metió al novio un tiro en las nalgas. Luego, se fue. Al novio, por cierto, no le pasó nada. El abuelo de Ranulfo hizo la revolución, se casó y tuvo hijos y nietos en San Juan Tenería, Guerrero. Cincuenta años después, convencido y apoyado por sus propios hijos, decidió volver a su pueblo natal. Allí le dijeron que dos de sus hermanas todavía estaban vivas: una de ellas era Lola. Receloso y tras pensárselo mucho, el abuelo de Ranulfo se fue acercando a la casa. Lo que él no sabía es que otro de sus hermanos, que había emigrado a Estados Unidos, había muerto hacía apenas un año. Y así fue como cuando Lola vio aparecer en la distancia al abuelo de Ranulfo le dio un vuelco el corazón y pensó que el hermano muerto volvía a la vida. Lola murió a los tres meses. Dicen que se murió del susto.

Me lo contó Ranulfo sentado sobre su catre. Su nombre tiene raíces germánicas y significa “guerrero” o “consejero”. Tiene el porte orgulloso de los árabes de antaño pese a que la cara aparece ya algo demacrada. Sus cabellos son de un blanco deslumbrante, pero las cejas y el poblado bigote mantienen un tupido color negro. Se diría en verdad un brujo de antiquísimos poderes. Dice que echa de menos a su tierra y a su gente, a su hermoso pueblo, San Juan Tenería. Me habla de las inigualables calles de Taxco, la cabecera de provincia, empedradas con laja negra y con una línea de mármol blanco dividiendo los carriles. Y ya en su pueblo, rememora con ansia los jumiles, insectos de curiosa forma cuyo consumo se remonta a siglos atrás. Revive su extraño sabor, cómo llegan en octubre desde algún lugar desconocido, Canadá tal vez, se reproducen y luego desaparecen con las primeras lluvias de mayo. Al igual que los demás huelguistas, el fantasma de las comidas que han marcado su vida se le aparece ante sus ojos con engañosa luminosidad. Y con el paso de los días voy temiendo cada vez más por la vida estos hombres cuyo cuerpo va desintegrándose mientras su mente discurre por extraños caminos, algunos ya de difícil alcance. Es difícil llegar allí dónde están ellos: cada vez más difícil.

Como en un sueño, Ranulfo habla de su niñez en la pobreza, de los guaraches que llevaba, de cómo perseguía junto a sus hermanos al gringo que repartía caramelos. Dice que ahora cuando ve a gente en guaraches se pone muy triste. Que no entiende el por qué de tanta miseria entre su gente. No hay, sin embargo, ningún resentimiento en su voz. Practicante convencido de la Metafísica desde hace ya muchos años, se apoya en su firme creencia de no odiar a nadie. Tampoco le pide nada a Dios, aunque sí agradece la belleza dada. Él es un hombre de fe. Sus luminosas creencias le confieren a su lucha un matiz especial. Tranquilo y reposado, afirma que está aquí por sus hijos –tiene cuatro-, por el sindicato y por un futuro mejor, en este orden. Aunque su hablar es suave y modulado y sus maneras agradables y educadas, su voluntad es de hierro, inamovible, como lo son sus principios políticos. Incluso estando sentado o tumbado da la impresión de mantenerse erguido. Tomó la decisión de venir a la huelga de hambre, pero solo se lo dijo a su esposa y a dos de sus hijos. A su madre quiso ahorrarle la preocupación y le dijo nada más que se iba a un plantón en México y que no sabía cuando iba a volver. Su madre no lo cuestionó, aunque más tarde Ranulfo y su mujer supieron que alguien se había ido de la lengua y que su madre ya estaba enterada de todo.

Ha trabajado un total de veintidós años para LyFC, aunque se salió de la empresa algunos años porque le ofrecieron un puesto de trabajo mejor. Trabajó primero en el departamento de Redes Aéreas junto con su padre y más tarde, al reincorporarse, estuvo en el departamento de Medidores, sección de Pruebas. Medidores-pruebas es la policía de élite de LyFC. Atienden quejas y comprueban los medidores que registran bajos o extraños consumos. Saben cómo hacerlo y dice que siempre encuentran la trampa, ya sea un diablito o un diente mordido. A quien sea que atrapen en falta lo multan con un consumo estimado de hasta dos años. Pero no solo los usuarios normales hacen fraude: también las grandes empresas, muchas de ellas con el beneplácito directo o indirecto de la dirección de LyFC. En marzo de 2008, a raíz de la firma del convenio de productividad, el Sindicato de LyFC creó una sección especial de medidores llamada el Operativo Multidisciplinario y se lanzaron a la caza de los grandes defraudadores. En solo un año recaudaron más de 1.200 millones de pesos (cerca de setenta millones de euros) en fraudes varios de grandes empresas. Otras deudas en concepto de multas por fraude a LyFC, como la de cierto hotel perteneciente a cierto futbolista de renombre internacional, resultaron incobrables. O así lo cuenta la leyenda entre los trabajadores de Medidores-pruebas. En cualquier caso, las pruebas desaparecieron en gran parte con la toma por parte del gobierno de varios edificios de LyFC. Ranulfo afirma que el Operativo Multidisciplinario puso en jaque a muchas empresas e incluso a edificios federales que se hallaban en fraude con LyFC y adeudaban millones de pesos en concepto de multas. A varios ayuntamientos morosos se les cortó la luz como medida de presión. Luego, de repente, apenas un año y medio después de la creación de este operativo especial, vino el cierre de la empresa. Nadie sabe si esas deudas fueron o serán cobradas algún día o si desaparecieron en la niebla para siempre. Lo que no ha desaparecido, a tenor del temple con que Ranulfo se enfrenta al desastre, es la esperanza de que se haga justicia. Junto con el resto de huelguistas y varios miles de trabajadores en resistencia, Ranulfo espera el fallo de la suprema corte de justicia de la nación. Él es un hombre de fe.

Ayer ya se encontraba mal. Hoy, sábado 5 de junio, sale Ranulfo de la carpa tras 39 días en huelga de hambre...

Ver en línea : Un trabajador, una historia

P.-S.

Esta historia forma parte del proyecto «Un trabajador, una historia» que lleva a cabo la periodista española Altea Gómez desde el campamento del SME en el Zócalo y pueden ser consultadas y libremente difundidas desde http://untrabajadorunahistoria.blogspot.com

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